Me entristecería escribir para aliviar el oído de los que piensan como yo. La literatura debe ser incómoda, molesta, e incluso, agresiva, para que incite al lector a reflexionar sobre lo qu e está leyendo. Sé que no es agradable que te enfrenten a tu sistema de creencias, donde te sientes a gusto, seguro, pero sin una confrontación de ideas constructiva, no hay avance. Aún me entristece más aquellos que viven y mueren arraigados a las mismas ideas que recogieron y adoptaron de la mente de otros, haciendo de ellas dogmas, sin haberse detenido siquiera en cuestionarlas.
@domingoterroba
Quizás sea la piedad la representación cumbre de la
iconografía cristiana. Sin embargo, la exégesis bíblica y los historiadores
sostienen la imposibilidad de que esta escena fuese real. El historiador Suetonio afirma que la ley de Roma no permitía a los parientes ni amigos del moribundo
acercarse a él durante su agonía y muerte. Tácito reitera que estaba prohibido
llorar de cerca al ajusticiado o mirarlo durante un buen rato; menos aún si
eran mujeres. Argumento que desmiente también la conversación que relata Juan
entre Jesús y su madre desde la cruz, ya que, según la medicina, el primer síntoma
del crucificado es la asfixia, debido a que el peso de su cuerpo abate el
diafragma impidiéndole exhalar. Lo cierto es que ni Marcos (el más fidedigno de
los evangelistas), ni Mateo ni Lucas, mencionan que María participase del grupo
de su hijo, que estuviese presente en su vida pública o que le acompañara en su
ministerio, mucho menos que estuviese presente al pie de la cruz, algo inviable, que, de haber ocurrido, ninguno de los citados hubiera pasado
por alto. Que sea un relato exclusivo de Juan admite serias dudas, ya que es un
evangelio muy tardío, 100-110 d.C., exagerado, artificioso y sobrenatural, destinado a la propaganda de la fe,
aunque su prosa tenga valor literario. Las investigaciones apuntan a que la
comunidad de Juan (para la que él escribía) estaba en deterioro, sus miembros disgregándose
a causa de los conflictos internos y, para Juan, la única forma de salvar a su
comunidad era la unión del grupo. Con esta representación mítica, el evangelista testifica
a sus lectores que la unión es una orden directa desde la cruz; ósea, el deseo
supremo de Jesús de mantener a su comunidad unida. Escena escogida por la Iglesia de Roma para expandir su ministerio.
Foto. Piedad de Miguel Ángel
@domingoterroba